Sólo vos podés comprometerte con la mayor realización de tu vida y no tiene que ver con lograr algo externo. ¡Es un estado que despertás dentro tuyo cuando recordás tu anhelo más profundo! Requiere mucho coraje, amor propio, autorreconocimiento, autenticidad y alta fidelidad… a vos mismo.
Implica una escucha inaudita que te orienta en dirección a tu sentir profundo y te hace reconocer tu inteligencia superior en cada momento. Te invita a alinearte con tu brújula interna. Es un trabajo permanente e incansable de discernimiento ya que todas las capas de programaciones ancestrales y sociales (que resultan en limitaciones mentales, emocionales, físicas e inclusive espirituales) se convierten en tu mayor desafío al iniciar tu camino de evolución. Son justamente las pruebas que tenés que atravesar para no distraerte y confundirte de senda.
¡Tu máxima realización ya existe! Sólo tenés que desenterrarla, reconocerla y apreciarla. Es el punto de partida de tus manifestaciones materiales y espirituales, que son cada vez más sabias y más libres y que iluminan todas las áreas de tu vida: tus relaciones, tu servicio, tu visión. Cuando todo está alineado con tu máxima capacidad de realización, podés materializar realidades con facilidad, dicha y naturalidad. Se activan tu espontaneidad y plenitud.
Tu única tarea es reconocer el curso que sigue tu impulso vital. Cultivar tu energía, entonces, se convierte en tu principal responsabilidad. Cuando creemos que lo que está presente en este plano material es sólo nuestro cuerpo físico, estamos desestimando la parte nuclear e invisible de nuestro Ser que reside temporariamente en él. Si reconocemos nuestra esencia energética, este cambio de percepción no nos pesa. Por el contrario, genera entusiasmo porque nos recuerda nuestro espíritu ilimitado.
Tu realización es una responsabilidad que vos mismo te propusiste experimentar.
Es un desafío al que le dijiste que SÍ. ¡Es una oportunidad que te enciende y que te apasiona porque te conduce a la verdad de quien sos: un Ser de Luz.